lunes, 29 de septiembre de 2014

Para que vuelvas.

A lo mejor me quedo aquí.
A lo mejor espero a que decidas que ahí fuera hace mucho frío.
O al revés, a que ya no quieras que te caliente el sol.
A lo mejor sigo aquí, por si vuelves.
Y si vuelves, para que vuelvas.
Si vuelves es probable que yo me vaya. Porque al fin y al cabo a eso jugamos. A que cuando tu vas yo vuelvo y a que cuando tu vuelves yo ya me he ido y he vuelto dos veces.
La ecuación es fácil. Tu sí, yo no. Yo sí, tu no.
Para que vuelvas.
Que tú y yo sólo queremos lo mismo cuando queremos matarnos. No sé si a besos o a golpes. Pero matarnos. Matarnos como el sol mata a las mismas plantas que tampoco pueden vivir sin él. Nadie les explica el concepto de protección solar.
Nunca nos protegemos lo suficiente del peligro.
Sólo así. 
Porque sólo así vuelves tú. Porque si vuelves para otra cosa, a mi ya no me gusta.
Que uno nace incendiario y muere bombero. Que tus cenizas nunca se cansan de apagar mis llamas. Que si me llamas, paso de cogerlo. Que las cenizas, al fin y al cabo, sólo son eso: cenizas.
Que si, que todo lo que sube baja y que todo lo que entra sale, pero tu ascensor se quedó parado entre el cuarto y el quinto mandamiento de mi ego personal y yo entré despacio pero salí corriendo. Como siempre.
Y joder que si corrí. Corrí tanto que, por si vuelves, que sepas que probablemente esté allí. Si, allí. Donde te dije que estaría si algún día a ti te daba por marcharte.
Y todavía tendré que darte las gracias por las vistas.
Espero que esperes que merezca la pena. Espero que esperes que me vaya bien.
¡Qué menos! Eso es lo que hace la gente como nosotros. Desearse cosas que no desean con el deseo de que pase todo lo contrario.
Espero que no esperes que te espere.
En fin, todo esto: para que vuelvas.
Que sí, que somos así. Que tus ojos no eran color miel y que yo tengo muy mal café. Es lo que hay. Que si tu lo querías con hielo yo lo quería caliente y que cuando tenias frío venias a buscar mi calor. Así, de repente. Que se derritan los polos.
Que tu única convicción eran tus dudas y que los ojos negros nunca fueron tan claros. Que si pretendes que el barco avance sin remar, lo siento mi Capitán, pero que paren el burro que yo me bajo aquí. Que al final nada, y que quien nada no se ahoga.
Que si una vez duele, dos veces duelen más. Y tres ya ni te cuento.
Pero a la cuarta fue la vencida, y yo que siempre he sido de apurar convocatorias, a lo mejor te espero. Aunque sea para volver a dejar el examen en blanco.
Como tu sonrisa. Vaya, ahora recuerdo por qué siempre era yo quien volvía.
Así que voy a sonreír en blanco, para que flipes en colores. A partir de ahora, los cafés de dos en dos: uno ardiendo y otro helado. Por fastidiar. Pienso remar hasta no sentir los brazos, y si tengo que convencer al burro de que es un caballo, lo haré.
Que yo ya no suspendo, que paso de septiembre. Los finales del verano nunca trajeron nada bueno. Que si quieres volver, que vuelvas. Y si no, que te vaya bien. Saluda a tu bipolaridad de mi parte. Hace tiempo fuimos buenos amigos.
Para que vuelvas.
Que si hay que morder se muerde pero yo, los perros, los prefiero que no ladren.
Que a veces mientes tanto que casi te vuelves de madera. Que oye, lo siento, pero yo no soy Rihanna.
Que las únicas vueltas de campana que llaman tu atención son las que puedo dar con el coche. Que tú siempre fuiste de finales amargos, pero a mi siempre me gustaron mas Thelma y Louise.
Que lo creas o no, han descubierto que hay vida mas allá de la montura de tus gafas de aviador. Que podría escribir todo esto de manera mas ordenada, pero que yo en mi desorden siempre encuentro las cosas. Y que no me da la gana.
No me da la gana, no me da la gana, no me da la gana…
Hoy, si quiero, puedo tener cinco años.
Cinco, como las veces que saltó tu contestador. Nunca entendí por qué la voz del contestador siempre es de mujer, ¿Los hombres no pueden dar un recado?
Da igual.
Es igual.
Sigues igual.
Me da igual.
Es la primera vez que me resultan útiles aquellas aburridas clases de lengua. Mejor no hablemos de lenguas, mejor solo mordérsela. Silencio.
En silencio. 
Así, como a ti te gusta.
Sin avisar.
Para que vuelvas.
Que seas un avión y ya hago yo de torre. Que vengas a atravesarme y partirme en dos. Que me caiga de tal manera que nadie lo entienda y parezca que lo he hecho a posta. Y que como no tengo un hermano gemelo, lo hagas dos veces. Doble o nada.
Que no se tú, pero yo la horchata me la bebo.
Espabila.
Por si vuelves,
Para que vuelvas.

jueves, 18 de septiembre de 2014


Empecé a quererle por despecho, como quien necesita demostrarse que puede sentir nuevamente la sensación que produce volverse loco por alguien. Empecé a quererle por angustia, pues veía a la juventud escapar por la ventana sin pena ni gloria y eso me abrumaba.
También empecé a quererle porque estaba aburrido y agotado, necesitaba sentir alguna emoción distinta, algo que le recordara a mi sangre que aún fluía por las venas.
Y finalmente empecé a quererle por que me hacia reír hasta las lágrimas, sus palabras tenían manos y se acercaban a mis costillas hasta dejarme sin aliento. Creo que está loco, pero ese loco me hizo empezar a quererlo y ahora no sé si escapar, o seguir sintiendo.

domingo, 14 de septiembre de 2014


Yo me rompí solo, no fueron tus manos, no fue tu boca. La verdad no rompe, la verdad libera, tú no me rompiste, porque aunque soy de barro, tengo alas y yo decidí caer sin aletear siquiera, me estampé fuerte contra el pavimento de tu egoísmo. Tú no rompiste mi corazón, yo rompí las expectativas de un amor ideal. Tú no me rompiste así que me voy a reparar solo. 
Nadie lamerá mis heridas, nadie tiene la obligación de sanar lo que yo mismo me causé. Empezaré despacio, cosiendo mis alas y reconstruyendo la capacidad de asombro. Es una encomienda egoísta tratar que alguien más arregle mis despojos. No cierro la puerta, no me niego oportunidades, si por la noche alguien más quiere besar mis dedos al notar que han enrojecido por la aguja e hilo con que remiendo mi alma, no pecaré de orgulloso y lo permitiré, pues los abrazos son necesarios cuando uno se encuentra medio roto y desubicado. Yo me arreglaré solo, porque me amo.

sábado, 6 de septiembre de 2014

El desamor tiene algo que lo hace más reconocible. Es como un estigma visible a través de la ropa y las máscaras. Como un aroma que prevalece sobre el desodorante y del que no puedes escapar por mucho que sudes contra otros cuerpos. Una especie de aura de tristeza y derrota que embota la mirada y acartona la sonrisa.
Y da lo mismo lo que se oculten. No importa lo fuerte que rían o lo mucho que corran para perderse. No importa que se crean martillos de clavo en clavo. No importa, porque se les ve el dolor sobre la frente, como una corona de laurel y espinas que se clava haciendo brotar gotas rojas de ocasiones desaprovechadas y decisiones sin tomar. Gotas que hacen surcos profundos por los que se ve la verdad.
Y lo peor es cuando te levantas de otra cama, te miras en el espejo, y reconoces todo lo que escribes en tu propio reflejo.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Hoy te escribo para decirte que tenías razón; No me he vuelto a encontrar con nadie como tú. Y menos mal. También quería darte las gracias. Sí, porque desde que te fuiste descubrí los juernes al sol. Empecé a disfrutar del volumen alto de mi canción favorita mientras cogía el coche un jueves de vuelta a casa y el sol empezaba a salir. Gracias, porque cuando decías que no tenía remedio, también tenías razón. Me enseñaron a ser ardiente cuando algo me apasiona y a mantenerme en grados negativos cuando me importa una mierda. Porque suelen ser las personas auténticas las que no encuentran motivos para cambiar las cosas en las que creen de verdad. ¡Oh! ya se me olvidaba, el futuro... Por fin, después de muchos años pensando lo que quiero ser "de mayor", he encontrado una respuesta: Quiero ser yo. ¿Por qué iba a querer ser otra cosa? Siempre decías que debía intentar ser alguien en la vida. Pero siento decirte que te faltaba algo al final de la frase: "Lo importante es ser alguien en la vida de alguien."