sábado, 5 de mayo de 2012


Me gustaba dejarle mensajes. Pedazos de papel en cada cosa que yo sabía que vería.
Un "buenos días" pegado a la taza de café, un "no te hace falta" en el espejo. Compraba tiritas y ponía encima "para que las heridas sanen rápido", un "si me necesitas, llámame, sin importar la hora ni con quién esté, tu eres mi primero, mi segundo y mi tercero" encima del teléfono. Pero lo que más me gustaba era dejarle un "te amo" pegado cerquita del corazón.