Me miro en el espejo y no me reconozco. Solo veo un miedo profundo, oscuro y completamente irracional. Un miedo que lleva años devorándome las entrañas. Poco a poco voy derribando muros de cemento que creé a mi al rededor, pero es que con cada rayo de sol que entra entre las grietas hace que me encoja de dolor. Porque esa luz ilumina mis cicatrices, ilumina el recuerdo de mi dolor, recreándolo y haciendo de ello una existencia insostenible.
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