viernes, 19 de junio de 2015


No te hablaré del amor que ya conoces. No te contaré esas cosas de las que todo el mundo habla, ni te platicaré lo que he cambiado gracias a él, y mucho menos te diré lo que podría ocasionar en ti. Creo que eso lo debes saber a la perfección.
Es mejor que te cuente qué pasa si es que llega a faltar después de haber pasado mucho tiempo anidando en tu pecho, en ese espacio que sientes vacío ahora mismo. Sé que sientes ese hueco como todos a los que nos han deshecho el alma a pedradas. No sabría decirte por qué justo en ese lugar, pero el punto es que sabes que es así, así que no nos hagamos los tontos.
Comenzarás a perder la fe, abandonarás la esperanza y querrás cerrarte a toda emoción, porque la sensación de vacío es indescriptible e indeseable. Te harás a un lado cuando alguien llegue pretendiendo querer llenarlo. Apartarás la vista de lo que podría ser un buen amor y querrás huir. El miedo hace cosas tenebrosas cuando experimentas el desamor.
Y ese mismo miedo te hará preguntarte mil y un cosas acerca del amor, si de verdad existió tal cosa, de por qué siempre hay quien quiera más, querrás saber qué le pasa a ese sentimiento cuando ambas partes se han ido y, más que nada, cuestionarás si hay algo aún para ti allá afuera.
Yo no fui quien te hizo desconfiar. No seré quien conteste tus preguntas, pues ni siquiera yo me he podido responder a mí mismo. No soy quien sanará tu corazón, pues solo me lees y no habrá manera de que sepas quién soy. No consolaré tu ser y no castigaré a quien te hizo eso. Pero debes saber que hay muchísima gente allá afuera haciéndose las mismas preguntas, llorando, maldiciendo, temblando de enfado, de tristeza y apretando las sábanas contra su pecho vacío.
En lugar de estar ahí, doliéndote y esperando que alguien te traiga las respuestas, levántate, sacúdete el polvo y ve a buscar la respuesta por ti. Para tu propio bien y alivio. Corre y ama de nuevo, y si encuentras las respuestas que buscas, háznoslas saber.

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