Esto es por todas las personas que están siendo fuertes ahora mismo.
Cuando conociste a esa persona no sabías, no pensabas, no podías llegar a imaginar que pudieras enamorarte de ella. Tú no estabas especialmente interesado, le conociste por casualidad. Tal vez en clase, tal vez por ser amigo de unos amigos. Él estaba siempre pendiente de ti, si algo llegó a gustarte fue su perseverancia. Esos pequeños detalles que tenía contigo sin esperar nada a cambio, y exactamente eso era lo que le dabas. Pero él seguía ahí y, cuando todos esos detalles empezaron a tener peso, cuando te demostró más de lo que lo hacían tantas otras personas, decidiste darle una oportunidad. Sin planes de futuro, sin presiones. Le diste una oportunidad, y no sabes cuándo, no sabes cómo, te enamoraste.
Las cosas iban muy bien, la balanza empezó a igualarse y estabais perdidamente locos el uno por el otro. Estoy seguro de que podrías contarme tantas historias que tenéis juntos, tantas aventuras, lugares y experiencias nuevas que compartisteis, que el tiempo no sería suficiente. Estabas encantado. Estabas ilusionado. Los días pasaban.
Creo que cuando algo se tuerce, cuando todo cambia, nos damos cuenta en ese mismo momento. Cuando algo es diferente a como lo solía ser, cuando sabes que algo pasa, hay una milésima de segundo en la que tu mente empieza a ir a mil por hora, y tú te quedas quieto, con la respiración entrecortada, con los ojos clavados en algún punto del horizonte que nadie es capaz de acertar. Y me duele imaginarte así, de piedra, con el corazón temblando y la cara ardiendo.
Cómo duele, ese preciso momento, en el que te das cuenta de que algo va mal de verdad.
También creo que una relación es un tira y afloja y que, dependiendo del momento, siempre hay uno que "quiere más", por decirlo de algún modo. Y normalmente, el que empieza estando más pendiente, el que más se lo gana, acaba siendo el que menos lo está. Y no sabes en qué momento tu balanza empezó a desequilibrarse. Dejó de ser un rato tú otro rato yo, y te quedaste con todo el peso de la relación, intentando mantenerla a flote, sujetándola con los dos brazos como quien se asfixia entre dos pareces que se van juntando.
Hasta que te ahogas.
Nada de lo que pueda decir consuela. Ni lo que te digan tus amigos, familiares, compañeros... Nadie excepto todo lo que pase por tu mente.
Cuando una relación se acaba, lo más complicado es pasar página. Mucho me temo, que no tengo la clave para eso. Pero nos da por agarrarnos a clavos ardiendo que no están sujetos a ninguna parte, vamos cayendo, y con cada golpe nos alejamos un poco más del amor que creíamos sentir por esa persona que ya no está con nosotros. Lo importante es llevarse un buen golpe, uno de esos que te dejan sin habla y no reconoces quién es él ni qué queda de ti y de lo que fuisteis juntos.
Lo importante es dejar atrás la rabia, cuando vas viendo cosas que no te gustan y aprietas los puños con los ojos empapados en lágrimas y las mejillas acaloradas. No mires sus fotos. No las mires. Para qué. No busques explicaciones. Para qué las quieres. Pero deja atrás también el optimismo. Porque se ven cosas que, simplemente, no las hay.
Desde luego, hay muchas parejas que lo arreglan. Si crees que puedes mirarle a los ojos y confiar en él. Si crees que realmente está arrepentido, que te merece la pena y que los malos días no saldrá todo a la luz: adelante. Pero muchas otras parejas no lo arreglan, porque hay cosas que no se pueden arreglar. Y punto.
Demuéstrale, y demuéstrate. Por ti, por tu familia, por tus amigos, que eres más fuerte que todo eso. Que eres una persona lista, guapa, inteligente. Que nadie como tu sabe bailar, que nadie como tu sabe reír. Mantente ocupado. Lee, sal a tomar algo. Pide recomendaciones para ver nuevas películas. Viaja. Que eres único, y el que se lo ha perdido es él. Pasar página no es cuestión de días. Pero podrás con ello y, unos meses después leerás esto y te darás cuenta de que ya no piensas tanto en él, de lo rápido que ha pasado el tiempo y por cómo han cambiado las cosas. Por supuesto, para mejor.