Te extrañé inmensamente, como quien extraña el café en los días de lluvia, o un buen libro en las tardes de soledad. Añoré saber de ti, y te busqué en todas partes; en mis desganas, en mis sueños locos, en mis melancolías traducidas en lágrimas... Entonces me senté al borde de la vida, acompañada del viento, del mar, las olas... Reclamé al cielo tu presencia, y te esperé, te esperé, como el que nunca se cansa de esperar lo que nunca vendrá, como el que nunca se rinde.
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