Espero que sepa diferenciar mi palabra de la de otra persona. Espero que vea que no existe un solo instante en que no se susurre su nombre, no tan lejos como de mi cuerpo, pero más cerca del corazón. Preferiría que me miraras diferente, para ser un digno rival de tu belleza, y para que entiendas que si mis manos son de ceniza, es porque tú eres de fuego.
martes, 20 de noviembre de 2012
lunes, 12 de noviembre de 2012
1 entre 1.000.000.
Hace tiempo leí que con 50 años habremos conocido a lo largo de nuestra vida
a unas 20.000 personas. Haciendo una regla de tres,
obtuve que un joven de 17
años habría conocido aproximadamente a 6.800 personas. Pongamos que la mitad de esas personas, es decir 3.400 son hombres y la otra mitad mujeres. Y supongamos que de esos 3.400,
solo 1/3 están dentro del margen de edad en el que se incluyen todas las personas con las que podríamos tener una relación. Es decir, descartamos 2/3, donde se encontrarían aquellas personas de las que nunca podríamos enamorarnos:
familiares cercanos, ancianos, niños pequeños...
Nos queda el siguiente número: 1133,333... Pero redondeando pongamos unas 1000. De esta manera,
la probabilidad de que la persona de la que uno se enamorase a precisamente la persona que se enamora de uno, es según las matemáticas (1/1000) · (1/1000),
lo que es igual a una posibilidad entre un millón,
1/1.000.000. Así que, si se diera esa improbable situación de poder estar con la persona que quieres, si el destino ignorase 999.999 opciones y convirtiera esa única probabilidad que había entre un millón, en un hecho,
en una realidad, ¿qué sentido tendría no aprovecharla,
qué más da lo que venga luego, qué importa lo complicadas que sean las circunstancias? Si lo más difícil, lo que tenía una sola posibilidad entre un millón de ocurrir,
ya ha ocurrido.
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