sábado, 18 de febrero de 2012


Sabía que les decepcionaba que no me hubiera derrumbado, que no me hubiera arrodillado pidiendo perdón. Nunca tendrían ese momento, porque no lo merecían.
Y ahora me había despojado del miedo. Sus piedras no podían alcanzarme a tanta altura. Y, por supuesto, ellos jamás treparían hasta donde yo lo había hecho. Porque en realidad, a pesar de la fuerza con la que solían golpear, a pesar de la intensidad de sus palabras hirientes, a pesar de sus aires de grandeza... En realidad, eran unos cobardes.

3 comentarios:

Manuel Vicente Sánchez Castro dijo...

hay gente que se dedica a vivir vigilando la vida de otros. es tan aburrida su vida que no tienen otro remedio.pero al final terminan cayendo por su propia conciencia.

Teresa dijo...

A veces el mayor desprecio que haces a una persona es no hacerle ningún aprecio... Así demuestras que realmente te resbala.

Me he cambiado de blog x) Cuando quieras estás invitado a pasarte, pardito :)

Coeur'sNoe dijo...

Estás por encima de ellos, pero no dejarán de intentar herir... :)
Te incito a pasar por mi blog: http://noellescoeur.blogspot.com.es/
Besos, Noëlle