martes, 31 de mayo de 2011

Qué difícil, pero me parece que aún es más difícil quedármela para mí solo. Supongo que por eso lo hago. Tú siempre me preguntabas en qué momento había empezado a quererte. Empecé a quererte exactamente cuando me llamaste para decir que me dejabas. De hecho fue en ese preciso momento cuando olvidé el amor que sentía antes, me olvidé de la ternura y del sexo, de tu lengua, me di cuenta de que lo que había sentido antes no era más que el simple reflejo de lo que era el amor. Descubrí que no te había querido nunca. De repente pensé en aquella torturaba que practicaban en Francia. ¿Sabes qué hacían?. Ataban las extremidades de una persona a cuatro caballos y los azuzaban en direcciones diferentes. Pues así es cómo me sentí. Así es cómo me siento. Ahora ya sé lo que es amar. Te amo con esa clase de amor que había rezado por sentir cuando era un adolescente y que ahora rezo por no volver a sentir nunca más.

1 comentario:

M. dijo...

Y cuando vivís rápido y dejás de creer en que el amor es para vos? Seguís siendo capaz de amar, pero como si se formara algo en vos que te evita que las penas fuertes dañen, y a la vez que el amor más profundo esté permitido. No sé, eso me pasa a mí, y la verdad ya no quiero saber de amor, aunque soy adolescente. Uno agoniza después de esa tortura francesa; pasa que parce que al amor también te deja agonizando, aunque no sé si lo inventaron en Francia.