Bésame la distancia, cariño, que es la peor herida que tenemos. Y quizá algún día nos curemos los kilómetros y la felicidad sea perderme en tus ojos, y no en mi habitación, de madrugada, donde te juro que siempre es invierno sin ti. No sé si tú sentirás lo mismo. Sería bonito que gritásemos lo mismo cuando nos quedamos callados. El mundo gira demasiado rápido y temo que alguno de los dos se quede atrás, y nunca tenga fuerzas suficientes para encontrar al otro. Tenemos que intentarlo. Creo que a estas alturas de la vida, ya hemos muerto demasiado.